domingo, 13 de abril de 2008

El malabarista ´fresa´


Édgar Pichardo El Fresa malabarista de 30 años, se levanta antes del amanecer para deslumbrar con sus bastones llenos de fuego en los cruceros de las grandes avenidas de la ciudad de México.

Quien se siente feliz con lo que hace, generalmente lo hace muy bien. (Abel Desestress)

Desde hace 10 años practica y perfecciona su técnica en el malabarismo, El Fresa ha encontrado una alternativa en su forma de vivir. “Es la mejor manera de ganarse el sustento y empezar el día con singular alegría,” dice Édgar.

“Es una terapia donde el escenario es la escuela de la calle. El movimiento es amor al arte”. Para Édgar, lo más importante de esta actividad ha sido el desarrollo espiritual: “Es un espacio donde me libero de las fronteras, me muestro como soy”.

A través de esta filosofía, él ha recorrido gran parte del país, además de Guatemala y Honduras; señala que le gustaría viajar a otros continentes.

Con el malabarismo callejero Édgar ha encontrado una manera de ganarse el sustento. “De repente me encontraba en las calles ganando dinero con esto. Es algo que disfruto al cien por ciento. Más que un trabajo, es una interacción directa con la gente. Si no tienes el escenario para que el público te vea, te puedes ir a él y encontrarlo en la calle.

Las monedas se encuentran ahí, solo tienes que ir por ellas y tomarlas, casi a todos les gusta. Cuando no te dan una moneda, te regalan toda clase de objetos, y a los niños les encanta”. En una jornada de tres horas, El Fresa logra reunir de 200 a 300 pesos. “A mi madre no le gusta que me dedique a esto. Ella cree que es como pedir limosna, pero para mi es una actividad que me abre puertas con la gente y el entorno. A mi forma de sentir, esto me dignifica”.

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